La Luz del mundo

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lunes, 27 de junio de 2011

Alexander Blok:

Poesía:

Literatura:


Alexander Blok


       Rusia, Rusia desdichada...
Para mí tus cabañas pardas,
tus canciones llenas de viento,
son como las primeras lágrimas de amor.

       No sé compadecerme de ti
y llevo cuidadosamente mi cruz...
Entrega tu belleza audaz
a cualquier hechicero.

       Deja que te atraiga y que te engañe.
No te perderás, no te acabarás.
Tan sólo nublarán tu rostro bello
los pesares y cuidados.

       ¿Qué importa? Un cuidado más:
otra lágrima que se vierte al río;
pero tú no cambiarás: selvas y llanuras,
y un pañuelo floreado que cae hasta las cejas.

       Y lo imposible es posible;
el camino largo es fácil,
cuando brilla a lo lejos
la mirada fugaz bajo el pañuelo,
cuando resuena con honda tristeza
el canto sordo del cochero.


LOS QUE NACIERON...
       Los que nacieron en época oscura 
ya no se acuerdan de sus caminos. 
Nosotros, criaturas de los años terribles de Rusia, 
nada podemos olvidar. 
 
       ¡Años devastadores! 
¿Lleváis noticias de locura o de esperanza? 
Hay un reflejo sangriento en las caras: 
de días de guerra, de días de libertad. 
 
       Hay silencio: es el rumor de la alarma 
que encadenó los labios. 
En corazones una vez arrobados 
hay vacío fatal. 
 
       Que vuelen sobre nuestro lecho de muerte 
las ruidosas bandadas de cuervos. 
Los más dignos, oh, Señor, 
verán tu reino todavía. 
De Patria
EL CAMPO KULIKOVO
(La batalla con los tártaros, en 1380)
       Se desarrolla el río. Lento fluye y triste, 
va bañando sus riberas. 
Sobre la arcilla estéril del barranco se entristecen 
los almiares de la estepa. 
 
       ¡Oh, amada Rusia mía! Es tan claro el camino 
que hasta causa dolor. 
El mismo camino donde antigua flecha tártara 
nos atravesó el corazón. 
 
       Nuestro camino: la estepa, el dolor infinito, 
¡oh, Rusia, tu dolor! 
Pero hoy ni las tinieblas nocturnas y extrañas 
pueden causarme temor. 
 
       ¡Que se haga la noche! Llegaremos. Las hogueras, a lo lejos, 
por la estepa alumbrarán. 
En el humo lejano brillará sacra bandera 
junto al acero del jan... 
 
       ¡Y el combate eterno! Sólo soñamos con la quietud 
entre la sangre y la tierra... 
Vuela, vuela, indomable, la yegua de la estepa 
y va aplastando las hierbas. 
 
       ¡Y no hay fin! Escarpas y llanos van pasando... 
¡Detenedla! ¡Que no escape!... 
Corren, corren las nubes asustadas. 
¡El poniente está en sangre! 
 
       ¡El poniente está en sangre! ¡Del corazón sangre fluye! 
Llora, llora, corazón... 
¡No hay paz! La yegua indomable de la estepa 
huye, loca de furor. 

LLORANDO Y RIENDO...
       Llorando y riendo, pero siempre tristes 
suenan las fuentes de mis versos 
a tus pies. 
Y cada verso 
corre, teje un vivo diseño 
sin trabas, libremente. 
 
       Mas a través de los hilos cristalinos, 
como siempre, estás lejana. 
 
       Cantan y lloran los cristales... 
 
       Pero ¿cómo crearé tu semblante 
para que puedas llegar hasta mí 
del encantado lejos? 
De Arpas y violines
TODO LO QUE QUIERE...
       Todo lo que quiere mi memoria conservar 
se pierde en los años fatídicos y crueles, 
pero vuela mi historia rutilante 
por los cielos nocturnos como un rayo. 
 
       Quemada está mi vida, relatada toda; 
tan sólo sueño con mi primer amor, 
atado en cruz con una cinta roja 
como si fuera un cofre de sin igual valor. 
 
       Y cuando en el silencio de mi cuarto 
bajo la lámpara me consumo de dolor 
en el incienso de mis sueños se trasluce 
el fantasma azul de mi adorada muerta. 


CARMEN
¡Ah, sí, Amor es libre como un ave! 
¡Sí, lo mismo, soy tuyo! 
¡Lo mismo, soñaré con tu talle, 
tu talle ardiente! 
 
¡En la fuerza rapaz de tus bellos brazos, 
en tus ojos, donde hay el dolor de las traiciones, 
está el desvarío de mis pasiones vanas 
y de mis noches, Carmen! 
 
Cantaré a ti. A los cielos 
pasaré tu voz. 
Como un sacerdote, celebrando tu fuego, 
elevaré una misa a las estrellas. 
 
Te levantarás como una ola tempestuosa 
en el río de mis versos, 
y no lavaré de mis manos las huellas 
de tu perfume, Carmen... 
 
En la hora quieta de la noche 
tu rostro obsesivo lucirá como una llama 
su sonrisa luminosa 
que brilló por un instante para mí. 
 
Acaricio la esperanza dulce 
de que tú, en aquel país ajeno, 
furtivamente, alguna vez 
pensarás en mí... 
 
A través de la tormenta de la vida, en la ansiedad, 
en el dolor de todas las traiciones, 
que este pensamiento tuyo sea severo, 
sencillo y blanco como un camino. 
¡Como un largo camino, Carmen! 


EN EL SALÓN
       Los faroles apenas tenían las sombras 
esa noche “aún no sé si en verdad sucedió”, 
pero no olvidaré aquellas lívidas nubes 
que incendiaban las llamas finales del sol. 
 
       Me senté en la sala colmada de gente. 
Lejos, los violines hablaban de amor. 
Te envié una rosa de fuego en un vaso 
de vino de Aí, rubio como el sol. 
 
       Me miraste. Encontré tu mirada altanera. 
Insolente y confuso hacia ti me incliné. 
Te volviste al oído de tu caballero 
y dijiste mordaz: ... “y él me adora también”. 
 
       Resonaron las cuerdas de pronto en la sala; 
los arcos vibraron apasionadamente... 
pero fuiste mía, lo vi en tu desdén joven 
y en el temblor pequeño de tu mano breve. 
 
       Te alzaste fugaz como un ave asustada; 
pasaste a mi lado, leve como un sueño; 
flotó tu perfume, entornaste los ojos 
y llenas de alarma tus sedas crujieron. 
 
       Vi que tus miradas desde los espejos 
decían: “recíbelas, que tuyas son...” 
Temblaba el collar al bailar la gitana 
que estaba cantándole al alba de amor. 

UNA VOZ EN EL CORO
       Cuántas veces lloramos “vosotros y yo” 
por nuestra vida deplorable. 
¡Oh, si conocierais, amigos, 
el frío y las tinieblas del porvenir! 
 
       Ahora aprietas las manos de tu amiga, 
o bromeando juegas con ella, 
y lloras al notar un engaño 
o un cuchillo en la mano querida. 
              ¡Ah, niño, niño! 
 
       No hay medida para el engaño y la perfidia, 
y la muerte está lejana aún. 
Más y más negra se volverá la luz temible... 
Más y más loco el torbellino de los astros, 
              ¡por siglos, por siglos, todavía! 
 
       Y el último siglo, el más terrible, 
lo veremos, vosotros y yo. 
Un pecado infame cubrirá todo el cielo. 
En todos los labios se congelará la risa... 
              ¡Angustia de la nada! 
 
       Esperarás la primavera, niño: 
la primavera te engañará. 
Llamarás al sol en los cielos: 
el sol no se levantará. 
Y tu grito, cuando rompas a gritar, 
como una piedra en el agua se perderá. 
 
       ¡Estad contentos de la vida, 
quieta como el agua, pequeña como la hierba! 
¡Oh, si conocierais, niños, 
el frío y las tinieblas del porvenir! 

A LA MUSA
       Hay en tus melodías escondidas 
de nuestro fin la noticia fatal. 
Llevas la maldición de Dios, y llevas 
la profanación de la felicidad. 
 
       Hay en ti una fuerza tan fascinante 
que me apresto a acusarte yo también 
de perder a los seres candorosos 
seduciéndolos con tu esplendidez. 
 
       Cuando te burlas de la fe sagrada 
de golpe veo encenderse en ti 
una corona que ya he visto antes, 
sin forma clara, purpurina y gris. 
 
       ¿Es del Bien o del Mal? Eres misteriosa, 
y de mil modos se habla de ti: 
Musa y Milagro eres para unos; 
Infierno y Dolor eres para mí. 
 
       ¿Por qué no he perecido en la mañana, 
cuando el insomnio se llevó el vigor, 
y en cambio al entrever tu rostro frío, 
consuelos suplicaba a tu favor? 
 
       Desearía que fueses mi enemiga. 
Pero, ¿por qué me brindaste el presente 
de las flores, el cielo, las estrellas 
y la maldición de tus bellas fuentes? 
 
       Más pérfidas que las noches del Norte, 
más embriagantes que el vino de Aí, 
más breves que el amor de las gitanas, 
fueron tus viles besos para mí. 
 
       En el violar las cosas más sagradas 
tuve una maligna satisfacción, 
y en tus amores, como la hiel amargos, 
locas delicias tuvo el corazón. 

LA VIRGEN DE SPOLETTO
Tu talle es esbelto como un cirio de tu altar. 
Tus ojos penetrantes como el filo de una espada. 
Oh, mi Niña, yo no espero una cita deslumbrante; 
Tan sólo ansío ir a la hoguera por tu amor. 
 
Felicidad no exijo. No clamo por ternuras. 
¿Cómo podría ofenderte con caricias groseras? 
Cual un pintor tan sólo te miro tras las rejas 
donde Tú arrancas flores, y te quiero. 
 
Pasas de largo, vas perseguida por el viento 
y abrasada por el sol. ¡María: haz que mis ojos 
adivinen sobre Ti un querubín celeste 
y el corazón conozca hasta el más suave dolor! 
 
En tus bucles morenos entrelazo quedamente 
los preciosos diamantes de mis versos más puros, 
y en la oscura fuente de tus ojos luminosos 
ávido arrojo mi enamorado corazón. http://willykaicedo.blogspot.com/

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