La Luz del mundo

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lunes, 27 de junio de 2011

Maximilian Voloshin:

Poesía:

Literatura


Maximilian Voloshin
 
El peregrino
Soy como el peregrino de los viajes sin retorno, 
voy de hogar en hogar y de país en país. 
presiento una hermana en cada muchacha 
y en vano busco entre los hombres un hermano. 
mi alma se llena de punzantes alegrías; 
tengo fe en la vida, en el sueño, la verdad y el juego 
y sé que al fin descansaré junto a mi padre, 
allí donde me esperan los míos.
 
París
El ocaso lucía su sonrisa carmesí. 
parís se ahogaba en tiniebla purpurina. 
con gesto de tristeza el día cansado 
abatió su frente contra el húmedo suelo. 
 
Y abrió lentamente la noche 
su ala gris sobre el mundo. 
alguien fundió un puñado de piedras 
y las arrojó en el líquido cristal. 
 
En sus sedas desteñidas 
el río mecía un buque blanco, 
y había fiesta en el seno de las aguas: 
danzaban las luces en las olas. 
 
Unas filas de álamos enormes, 
gigantescos, se juntaban en el río, 
y se encendían los diamantes 
en el almenado encaje de las ramas. 
 
   Amar sin lágrimas, sin quejas. 
   amar sin fe en el regreso... 
   que cada instante sea 
 
El último en la vida. que lo pasado 
no nos atraiga, irresistible. 
 
   Que la vida se deslice en anillos de humo, 
que pase, se disperse... 
y que la tristeza de la tarde alegre 
nos envuelva en su abrazo. 
 
   mirar cómo se funden sin señal 
los vestigios del ensueño, nunca 
separarse de la dicha triste, 
y acercándose al fin del camino, 
suspirar y marcharse alegremente.
 
La cabeza
a la memoria de la princesa de lamballe
septiembre, 1792
Este cuerpo ágil, apasionado, 
la plebe lo pisoteó, 
lo insultó, 
lo desnudó... 
 
Y no osé mirarlo... 
pero me separaron del cuerpo 
echando trizas 
de carne destrozada sobre las piedras... 
 
Y la plebe de parís 
me llevó por el tumulto de las calles. 
bebían ajenjo en la taberna 
y me echaron sobre el mostrador mojado... 
 
Un barbero me alzó del lodo, 
peinó mis blondos bucles, 
puso carmín en mis mejillas 
       y las empolvó. 
 
       Ultrajada y toda herida, 
       ondulada por una mano sucia 
       como para la fiesta, 
       me erguí en la punta de una lanza 
       sobre la muchedumbre. 
 
       Se arrebataba la bacanal... 
 
Cantaba la gente en una mística locura 
y como llamas resonaban las canciones. 
 
Me pareció estar en un baile de versalles... 
la suave danza me envuelve y me lleva... 
y por la escalera estrecha de la prisión 
en la torre del temple, hasta la ventana de la reina 
me levanté, mensajera del pueblo.
 
En el fondo del infierno
a la memoria de a. blok y n. gumilev
       Cada día más salvaje, más sorda, 
se entorpece, lívida, la noche. 
       Un viento fétido apaga, como velas, las vidas. 
       ni llamar, ni gritar, ni ayudar. 
       Oscura es la suerte del poeta ruso: 
un destino impenetrable lleva a pushkin 
frente a la boca de una pistola; 
a dostoievsky, al cadalso. 
       quizá yo correré la misma suerte, 
mi amarga rusia filicida, 
y pereceré en el fondo de tus sótanos, 
o me deslizaré en un charco de sangre. 
       mas no abandonaré tu calvario, 
ni renunciaré a tus tumbas. 
 
       Deja que acaben conmigo el hambre y la malicia. 
       no escogeré otro destino: 
si debo morir, moriré contigo, 
y contigo me levantaré, como lázaro del ataúd.
 
El terror
por la noche se preparaban para el trabajo. 
leían relaciones, informes, expedientes. 
de prisa firmaban sentencias. 
bostezaban. bebían. 
por la mañana repartían vodka entre los soldados. 
por la noche, a la luz de las velas, 
llamaban por lista a hombres y mujeres. 
los empujaban al patio sombrío; 
les quitaban calzados, ropa interior, vestidos. 
los ataban en líos; los cargaban en el carro; los llevaban. 
 
Dividían anillos, relojes... 
por la noche los conducían, descalzos, hambrientos, 
por el suelo helado, bajo el viento nordeste, 
fuera de la ciudad, hacia vacíos solares. 
con las culatas los empujaban hacia la barranca, 
los alumbraban con las linternas, y durante un medio minuto 
trabajaban las ametralladoras. 
los acababan con las bayonetas. 
aun vivientes, los echaban en el foso. 
de prisa los cubrían de tierra, 
y entonces, con un canto largo y sonoro 
retornaban a la ciudad. 
 
Al amanecer, se deslizaban hacia las mismas barrancas 
mujeres, madres, perros. 
excavaban la tierra, peleaban por los huesos, 
y besaban la carne querida. 
 
El juramento
       De la sangre derramada en las batallas, 
del polvo de los que fueron convertidos en polvo, 
del martirio de las generaciones ejecutadas, 
de las almas que se santiguaban con sangre, 
del amor que odia, de los crímenes, de los furores 
surgirá una Rusia justa. 
 
       Oro tan sólo por ella. 
       tengo fe en los propósitos eternos: 
se forja a golpes de espada; 
se empiedra en los huesos; 
se consagra en las batallas; 
se construye en las reliquias ardientes; 
se funde en las oraciones enfurecidas.

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