La Luz del mundo

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miércoles, 25 de mayo de 2011

Cuento breve:

Colombia:

Literatura:



Hubo una vez, en un lugar lejano, muy lejano… pero como a tres pasos de camino, de esos que decían los viejos, cuando empezaban a caminar. Luego de muchas montañas sucesivas, se encontraba un pequeño pueblo en el único valle que dejaban las montañas,  el lugar era  oscuro, muy oscuro; tanto, que las sombras  cubrían los días y en la luna nacían telarañas. En aquel pueblo, había  tres tipos de gente; había enanos, gigantes y  unos marcianos  que habían sido abandonados  y por tanto olvidados por su nave. En principio, cada quien  trabajaba en función de sus fuerzas y capacidades, lo que hacía ver más prósperos a los gigantes. Un día el mayor de los enanos  convocó una asamblea para protestar contra los gigantes que no les estaban   dejando  nada más que  las migajas caídas. Por lo cual decidieron  desbaratar los  caminos  de tal suerte que  los gigantes empezaron a caer…
En vista de la situación  tan aparatosa como  caían, el menor de los gigantes convocó asamblea, para definir  cómo resolverían el conflicto.  El resultado no fue favorable porque no se podía ver, se solución se había perdido o tal vez cayó de la mesa sin que  se dieran cuenta.
 Los gigantes como no podían  agacharse, no la vieron.  Los enanos  por su parte a tientas dieron con la solución, pero como no sabían leer muy bien… la tomaron al revés y,   el resultado de  aquel congreso fue; atacar a los gigantes.  Y fue así como  se desató una guerra tan  recia  que no quedó más que una tendalada  de enanos y uno que otro gigante  en ese valle y otros en las montañas, colgados unos del horizonte y otros de la alambrada.
Los marcianos por su parte veían  todos los días,  cómo la gente corría  a la guerra, sin que volvieran completos. Por lo cual dijeron: si esto sigue como va… van a venir por nosotros. Entonces convocaron   un concejo extraordinario, para saber qué hacer, de tal manera  ue pudieran permanecer en la tierra ––a pesar de su abandono  se vivía bien–, fue así como el mayor  de ellos dijo: tenemos que intervenir… todos quedaron mirándoles con sus alargados ojos  de incandescente luz verde, como esperando el complemento de  su idea.  Y  concluyó: nosotros  somos diferentes, pero no nos hemos hecho notar, tenemos cuerpos de luz, pero no alumbramos, tenemos un espíritu enorme, no obstante,  parecemos enanos.
De ese modo,  los marcianos  decidieron  ir a la guerra antes que ella viniera. Pero lo hicieron de una manera muy particular… iban como antorchas de luz, todo su cuerpo  alumbraba  no solamente ese oscuro valle sino que  dejaba al descubierto  el corazón  de los  hombres. Como era de esperarse grandes y chicos,  hicieron una pausa y atraídos por la novedad, se preguntaron a sí mismos por qué sus cuerpos no alumbraban.  
Todos  soltaron sus odios, sus rabias, sus venganzas y demás armas  de destrucción masiva, y marcharon  a una colina en  busca  de algo más  interesante que la guerra, fue así como encontraron el árbol de fruto del cual  los  marcianos se alimentaban. Cada uno tomó su ración  y oh! sorpresa, entre más frutos  quitaban del árbol, más era su producto, por lo cual entendieron los enanos y los gigantes  que había lugar para todos, fue así como  decidieron volver a ese oscuro valle,  al volver todos quedaron atónitos, con tanta  y majestuosa claridad, se podía ver hasta los pensamientos  que iban a ser pensados  en las cabezas de los demás, todo era luz… la luz que salía de sus cuerpos.                             

                                                           Willy Caicedo 

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