Hubo una vez, en un lugar lejano, muy lejano… pero como a tres pasos de camino, de esos que decían los viejos, cuando empezaban a caminar. Luego de muchas montañas sucesivas, se encontraba un pequeño pueblo en el único valle que dejaban las montañas, el lugar era oscuro, muy oscuro; tanto, que las sombras cubrían los días y en la luna nacían telarañas. En aquel pueblo, había tres tipos de gente; había enanos, gigantes y unos marcianos que habían sido abandonados y por tanto olvidados por su nave. En principio, cada quien trabajaba en función de sus fuerzas y capacidades, lo que hacía ver más prósperos a los gigantes. Un día el mayor de los enanos convocó una asamblea para protestar contra los gigantes que no les estaban dejando nada más que las migajas caídas. Por lo cual decidieron desbaratar los caminos de tal suerte que los gigantes empezaron a caer…
En vista de la situación tan aparatosa como caían, el menor de los gigantes convocó asamblea, para definir cómo resolverían el conflicto. El resultado no fue favorable porque no se podía ver, se solución se había perdido o tal vez cayó de la mesa sin que se dieran cuenta.
Los gigantes como no podían agacharse, no la vieron. Los enanos por su parte a tientas dieron con la solución, pero como no sabían leer muy bien… la tomaron al revés y, el resultado de aquel congreso fue; atacar a los gigantes. Y fue así como se desató una guerra tan recia que no quedó más que una tendalada de enanos y uno que otro gigante en ese valle y otros en las montañas, colgados unos del horizonte y otros de la alambrada.
Los marcianos por su parte veían todos los días, cómo la gente corría a la guerra, sin que volvieran completos. Por lo cual dijeron: si esto sigue como va… van a venir por nosotros. Entonces convocaron un concejo extraordinario, para saber qué hacer, de tal manera ue pudieran permanecer en la tierra ––a pesar de su abandono se vivía bien–, fue así como el mayor de ellos dijo: tenemos que intervenir… todos quedaron mirándoles con sus alargados ojos de incandescente luz verde, como esperando el complemento de su idea. Y concluyó: nosotros somos diferentes, pero no nos hemos hecho notar, tenemos cuerpos de luz, pero no alumbramos, tenemos un espíritu enorme, no obstante, parecemos enanos.
De ese modo, los marcianos decidieron ir a la guerra antes que ella viniera. Pero lo hicieron de una manera muy particular… iban como antorchas de luz, todo su cuerpo alumbraba no solamente ese oscuro valle sino que dejaba al descubierto el corazón de los hombres. Como era de esperarse grandes y chicos, hicieron una pausa y atraídos por la novedad, se preguntaron a sí mismos por qué sus cuerpos no alumbraban.
Todos soltaron sus odios, sus rabias, sus venganzas y demás armas de destrucción masiva, y marcharon a una colina en busca de algo más interesante que la guerra, fue así como encontraron el árbol de fruto del cual los marcianos se alimentaban. Cada uno tomó su ración y oh! sorpresa, entre más frutos quitaban del árbol, más era su producto, por lo cual entendieron los enanos y los gigantes que había lugar para todos, fue así como decidieron volver a ese oscuro valle, al volver todos quedaron atónitos, con tanta y majestuosa claridad, se podía ver hasta los pensamientos que iban a ser pensados en las cabezas de los demás, todo era luz… la luz que salía de sus cuerpos.
Willy Caicedo
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